Comentario
El gusto por los grandes edificios templarios con cubierta plana de madera, construidos en la época de otonianos y salios, siguió manteniéndose durante el período del románico pleno. El sentido bipolarizado, con su correspondiente tratamiento torreado de los dos extremos, y la falta de bóvedas para la nave central son dos de las características ciertamente arcaizantes que mantendrán muchas de estas construcciones. El templo de San Servacio de Quedlimburg, incendiado en 1070, fue consagrado de nuevo en 1129. Sobre los intercolumnios de su nave central se levantan todavía los tradicionales muros inarticulados. Se completa el edificio con un no menos tradicional macizo occidental. La iglesia del monasterio benedictino de Alspirbach, levantada durante la primera mitad del XII, coincide en estos aspectos conservadores señalados en Quedlimburg. Numerosos ejemplos de principios del XIII testimonian la dilatada pervivencia de estos conservadurismos.
Las grandes fábricas otonianas seguirán siendo importantes edificios que mantienen aún válidos sus espacios y volúmenes, pero necesitarán realizar algunas obras que las modernicen o adecuen a los nuevos tiempos. El remozamiento románico afectará fundamentalmente a los abovedamientos de la nave mayor y a una compleja articulación de los paramentos, mientras que el resto del conjunto conserva sus formas primitivas.
Para cubrir el amplio espacio de las naves centrales se prefiere las bóvedas de aristas, mediante grandes tramos de esta nave mayor que se corresponden con dos de las colaterales, creándose así el conocido sistema ligado -gebundenes system- que se convertirá en constante de la arquitectura imperial. Hacia mediados del siglo XII, se extiende por toda Renania, al igual que en Lombardía y en otros lugares, un tipo de bóveda nervada que facilitará después la introducción de la arquitectura gótica.
Los resaltes de las aristas primero y, después, los arcos cruceros, exigirán en los muros de soporte la creación de codillos o columnas que faciliten su apeo. De este modo se forman resaltes en los muros que contribuyen a su articulación, acentuándose ésta al voltearse arqueríos sobre los soportes. Frente a esta modalidad articulatoria originada en necesidades tectónicas, aparecerán otras soluciones cuya única finalidad, o al menos la más importante, será articular los muros con efectos dinámicos de formas en resalte o en contrastes de luces y sombras. Así las experiencias otonianas de bandas de arquillos se multiplican al infinito, inclusive se ornamentan con temas figurativos. Sin duda, uno de los elementos más originales en este tipo de recurso, será lo que se conoce como galería enana, ánditos arqueados en la parte superior de los muros.
Todas estas características definen las obras de renovación llevadas a cabo en la catedral de Espira por patrocinio de Enrique IV entre 1080 y 1106. Poco después del incendio de 1159, se adoptó un abovedamiento de ojivas siguiendo la experiencia que en este sentido se había realizado en Murbach. La iglesia de Santa María de Laach, construida lentamente a lo largo de todo el siglo XII, aplicará todas estas experiencias y su forma definitiva nos hará recordar el prototipo bipolarizado del Hildesheim otoniano en la rotundidad de los volúmenes de naves, torres, cruceros y coros, aunque tratados en su epidermis paramental con este nuevo lenguaje mural. La antigua catedral otoniana de Maguncia, después de un incendio en 1081, sufrió unas importantes obras de limpieza y modernización que concluyeron bajo el gobierno del arzobispo Adalberto (1118-1137). Su reconstrucción siempre estuvo condicionada por la conservación de grandes partes del templo primitivo. En pleno siglo XIII conseguirá la actual fisonomía bipolarizada con un santuario occidental compuesto por un gran transepto y una cabecera triconque.
La catedral de Worms, la iglesia de San Bonifacio de Freckenhorst, el grupo de templos de Colonia y la iglesia de Murbach son otros tantos monumentos que siguen el mismo proceso de transformación y modernización de viejas fábricas otonianas. Finalizando el siglo XII, se construye la catedral de Brunswick por Enrique el León, duque de Baviera y Sajonia. Este templo, verdadero símbolo de la autoridad y prestigio del orgulloso duque, surge frente a la catedral de Espira, emblema de los salios. Pese a la diferencia de cronología, su caracterización arquitectónica y sociológica sigue siendo la misma: las naves disponen el característico sistema ligado y un imponente macizo occidental para contener la tribuna ducal.
Serán ciertos edificios monásticos los que mejor sepan transmitir en territorio germano las formas arquitectónicas del románico borgoñón e italiano. La influencia del templo de Cluny II, con su conocida cabecera, se percibirá en una serie de iglesias de monasterios benedictinos que mantuvieron estrechas relaciones con la abadía borgoñona. La orden de Hirsau, que había configurado sus costumbres y liturgia según el modelo cluniacense, difundió este espíritu reformador por toda la geografía del imperio, edificando numerosas iglesias que acusan la arquitectura del modelo: Allerheiligen (1078) y Rueggisberg. La desaparecida iglesia de San Pedro y San Pablo de Hirsau, construida entre 1082 y 1091, se inspiraba en la cabecera de Cluny II para conseguir un mayor número de altares. Al oeste, como su modelo, disponía un atrio con torres.
El emperador Lotario de Suplinburg comenzó a construir el monasterio benedictino de Könisglutter en 1135, que terminaría convirtiéndose en panteón familiar. Mientras que la cabecera adopta la citada solución cluniacense, incluso con una torre octogonal sobre el crucero, las naves -la central con una cubierta plana de madera- y el macizo occidental responden a la arquitectura local. La aplicación de elementos esculpidos en la decoración del exterior del ábside principal es obra de un taller de escultores italianos. Estos mismos se encargarían de edificar el claustro. De éste sólo se conserva en su forma original la banda septentrional, con una curiosa división en dos naves mediante una fila de columnas.
Los edificios de los cistercienses también reproducían las formas planimétricas de sus casas francesas. Eberbach, en la diócesis de Maguncia, levantaba la cabecera de su iglesia (1145-1178) adoptando el modelo de Fontenay. En Heisterbarch, abadía afiliada a Clairvaux a través de Hinmerod, conserva una cabecera de principios del XIII que reproduce una girola circular con capillas tangenciales embebidas en el grosor del muro envolvente. Como en tantas otras construcciones de la Orden en toda la geografía europea, se trata de modelos comunes, generalizados por su organización centralizada, materializados por mano de obra local.
La aplicación de temas historiados a la cesta de los capiteles era ya conocida por la arquitectura otoniana. Sin embargo, no alcanzará un gran desarrollo hasta la difusión del románico durante el XII. Capiteles como los de la catedral de Coira y Basilea son una hermosa muestra de la capacidad escultórica de los artistas del Imperio, superando a sus modelos franceses.
Las portadas historiadas no aparecieron hasta muy tarde, no alcanzando nunca una gran difusión. Las mejores de estas portadas corresponden ya a las proximidades de 1200, estando influidas por formas iconográficas y plásticas del protogótico francés. Una de las puertas más antiguas es la de San Gall en la catedral de Basilea, donde con una técnica arcaizante se esculpe un complejo tema referido al Juicio Final.
Siguiendo una tradición muy antigua se empleó el estuco, dada la facilidad de su trabajo, para realizar esculturas de carácter monumental. A este tipo de material corresponde la balaustrada de San Miguel de Hildesheim.